Crónica de mi estancia en Mozambique

Dr. J. Manuel Devesa, Cirujano

Mozambique ocupa un lugar preferente entre los más necesitados de ayuda en un mundo dominado por las carencias, la pobreza en estado puro. Mozambique no es uno más; está entre los que encabezan una lista desgarradora, que azota sin piedad a una  humanidad mayoritaria y moralmente enferma.

 ¿Qué es lo que me llevó a Mozambique, donde la conciencia se revuelve, se despierta, y el corazón se encoge ante tanta miseria?…

La respuesta es la herida innombrable, esa comunicación fatídica que aparta de la vida a un número escandaloso de mujeres, la mayor parte aún transitando por el tramo de la inocencia. Cuando se produce, tras un parto inútil con la pérdida del hijo, o como consecuencia de una violación salvaje ―todas lo son― la orina empieza a fluir sin control por donde no le corresponde.

Mi profunda amistad con el Dr. Jorge Arias, el gran protagonista de las campañas quirúrgicas que bajo su iniciativa y dirección se llevan a cabo en los Hospitales de Xai Xai y Majacanze desde 2015, hizo el resto.

La decisión no fue difícil, pues se daban las condiciones para ir: un país en  paz, un pueblo amable y risueño, una voluntad por parte de la dirección del Hospital para acoger esa misión quirúrgica, un lugar adecuado para hacerla efectiva y  un número de mujeres portadoras de la fístula, condenadas a arrastrarse abandonadas por los senderos de una vida  miserable.

Allí nos había preparado el terreno el Director del Hospital, el Dr. Samiro Canal, cirujano, gran persona y magnífico Director, y contamos con la colaboración entusiasta y decidida de todo el personal. Desde el primer momento ya supe que se trataba de un grupo de personas buenas, agradables, comprometidas, solidarias y trabajadoras. Luego descubriría que, además, son unos grandes profesionales, desde los médicos anestesiólogos nativos, que ayudaban en lo que fuera necesario, hasta el personal de limpieza, que se afanaba porque todo estuviera en las mejores condiciones cuanto antes, para que pudiéramos operar el mayor número posible de pacientes.

En el poco tiempo que estuvimos operamos a 16 pacientes y devolvimos la sonrisa a 12 de ellas, dejándolas secas y preparadas para empezar una nueva vida sin olores ni humedades íntimas. Todas las operaciones entrañaron una gran dificultad técnica.

Atrás queda el recuerdo de unas jornadas agotadoras en las que todos dimos lo mejor de nosotros y el cansancio era superado en el momento en el comprobábamos que la herida innombrable estaba sellada.

Atrás queda una amistad entre el grupo y con la gente de allí, que presumo duradera, forjada en el deseo de ayudar a un número insignificante de esas mujeres a las que el destino hizo nacer en un lugar hermoso pero lleno de carencias, y la fatalidad las acompañó durante un tiempo de aislamiento y soledad interminables.

Atrás queda un puñado de mujeres agradecidas porque ya salieron de “Los años rotos”, como titula su magnífica novela Dacia Maraini.

Delante queda el reto de volver para reoperar a las que no se curaron y a las que acudan nuevas.

Siento, seguro que todos los que fuimos también, una especial debilidad y ternura por esas pobres desventuradas; una firmeza por hacer recuperar la dignidad a unos cuerpos despreciados; por secar unos pies siempre mojados; por devolverles el derecho a una sonrisa, a respirar un aire limpio, a una rosa; por dar una esperanza a sus miradas de dolor y a su gesto de súplica, como los que reflejan la pareja de ancianos que se arrodillan delante de la Virgen de Loreto, la Virgen de los Desamparados, ese maravilloso cuadro de Caravaggio que no me canso de contemplar en la iglesia de Los Agostinos, en Roma.

Apenas hicimos nada… pero lo que hicimos mereció la pena.

Gracias a todos por lo que les habéis dado y a mí, particularmente, por tanto que me habéis enseñado.

Mozambique me pareció un país alegre y amable, con afán de progreso, muy bonito, con una costa de lujo y un ambiente en el que en todo momento nos sentimos unánimemente deseosos de volver.

Mozambique ¡no pares!

Médicos y enfermeras ¡no paréis!

Porque, como dice Mario Benedetti: «No estáis solos».

Madrid, 24 de abril de 2020